John F. MacArthur Jr. Quote

Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas. TITO 1.15 El pecado es un tirano cruel. Infecta el alma, corrompe la mente, profana la conciencia, contamina los afectos y envenena la voluntad. Es el cáncer destructor de la vida y condenador del alma que supura y crece en cada corazón humano no redimido como una gangrena incurable. Pero los incrédulos no solo están infestados por el pecado; están esclavizados por él. Jesús dijo a sus oyentes en Juan 8.34: «De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado». También el apóstol Pedro describió a los falsos maestros como «esclavos de corrupción. Porque el que es vencido por alguno es hecho esclavo del que lo venció» (2 Pedro 2.19). Todo ser humano hasta el momento de su redención está bajo el dominio de la oscuridad y el pecado. No sorprende, pues, que la noción misma de tal esclavitud absoluta (una doctrina comúnmente conocida como «depravación total» o «inhabilidad total») repugne al corazón caído. Es más, ninguna doctrina es más odiada por los incrédulos que esta y hasta algunos cristianos la encuentran tan ofensiva que la atacan con pasión. Aunque la depravación total es una de las doctrinas de la gracia más atacadas y minimizadas, es la más distintiva porque es la base de un entendimiento correcto del evangelio (en el que Dios lo inicia todo y recibe toda la gloria). La Escritura es clara: a menos que el Espíritu de Dios dé vida espiritual, todos los pecadores están completamente incapacitados para cambiar su naturaleza caída o para rescatarse ellos mismos del pecado y del juicio divino. Contraste esto con cualquier otro sistema religioso en los que se les dice a las personas que a través de sus propios esfuerzos pueden lograr algunos niveles de justicia, contribuyendo consiguientemente a su salvación. Nada podría estar más lejos de la verdad.

John F. MacArthur Jr.

Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas. TITO 1.15 El pecado es un tirano cruel. Infecta el alma, corrompe la mente, profana la conciencia, contamina los afectos y envenena la voluntad. Es el cáncer destructor de la vida y condenador del alma que supura y crece en cada corazón humano no redimido como una gangrena incurable. Pero los incrédulos no solo están infestados por el pecado; están esclavizados por él. Jesús dijo a sus oyentes en Juan 8.34: «De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado». También el apóstol Pedro describió a los falsos maestros como «esclavos de corrupción. Porque el que es vencido por alguno es hecho esclavo del que lo venció» (2 Pedro 2.19). Todo ser humano hasta el momento de su redención está bajo el dominio de la oscuridad y el pecado. No sorprende, pues, que la noción misma de tal esclavitud absoluta (una doctrina comúnmente conocida como «depravación total» o «inhabilidad total») repugne al corazón caído. Es más, ninguna doctrina es más odiada por los incrédulos que esta y hasta algunos cristianos la encuentran tan ofensiva que la atacan con pasión. Aunque la depravación total es una de las doctrinas de la gracia más atacadas y minimizadas, es la más distintiva porque es la base de un entendimiento correcto del evangelio (en el que Dios lo inicia todo y recibe toda la gloria). La Escritura es clara: a menos que el Espíritu de Dios dé vida espiritual, todos los pecadores están completamente incapacitados para cambiar su naturaleza caída o para rescatarse ellos mismos del pecado y del juicio divino. Contraste esto con cualquier otro sistema religioso en los que se les dice a las personas que a través de sus propios esfuerzos pueden lograr algunos niveles de justicia, contribuyendo consiguientemente a su salvación. Nada podría estar más lejos de la verdad.

Related Quotes