John F. MacArthur Jr. Quote

Los verdaderos efectos del pecado Echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. MATEO 22.13 El pecado nunca realmente satisface. Hay placeres momentáneos en el pecado (cp. Hebreos 11.25), pero invariablemente dan paso a la tristeza, la miseria y el dolor. En un momento de búsqueda del placer motivado por su amor al dinero, Judas rechazó cualquier posibilidad de verdadera alegría o satisfacción permanente. Pablo escribió: «Raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores» (1 Timoteo 6.10). Judas es el prototipo de lo que Pablo estaba describiendo. Nadie atravesó por más pena y todo por el necio amor al dinero. Judas no recibiría ninguna simpatía o apoyo de sus compañeros de conspiración. La respuesta de ellos a su confesión fue en son de burla: «Mas ellos dijeron: ¿Qué nos importa a nosotros? ¡Allá tú!» (Mateo 27.4). Judas, completamente sin amigos, sin esperanza y desconsolado por el peso de su propia culpa, entonces selló su destrucción propia para siempre con un acto de suicidio. Tal vez pensó Judas que por suicidarse finalmente obtendría alivio de su culpa. Lo contrario es cierto. Al matarse a sí mismo se ató a su culpa para siempre. De todas las personas, Judas debería haber sabido esto, pues había oído repetidamente la enseñanza de Jesús acerca del infierno como un lugar de tormento eterno, de fuego que nunca se apagará, de llanto y crujir de dientes que continuará día y noche por los siglos (Mateo 8.12; 13.42, 50; 22.13; 24.51; 25.30; Marcos 9.43–48; Lucas 13.28). En el infierno el dolor de la culpa y de la conciencia serán eternamente intensificados.

John F. MacArthur Jr.

Los verdaderos efectos del pecado Echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. MATEO 22.13 El pecado nunca realmente satisface. Hay placeres momentáneos en el pecado (cp. Hebreos 11.25), pero invariablemente dan paso a la tristeza, la miseria y el dolor. En un momento de búsqueda del placer motivado por su amor al dinero, Judas rechazó cualquier posibilidad de verdadera alegría o satisfacción permanente. Pablo escribió: «Raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores» (1 Timoteo 6.10). Judas es el prototipo de lo que Pablo estaba describiendo. Nadie atravesó por más pena y todo por el necio amor al dinero. Judas no recibiría ninguna simpatía o apoyo de sus compañeros de conspiración. La respuesta de ellos a su confesión fue en son de burla: «Mas ellos dijeron: ¿Qué nos importa a nosotros? ¡Allá tú!» (Mateo 27.4). Judas, completamente sin amigos, sin esperanza y desconsolado por el peso de su propia culpa, entonces selló su destrucción propia para siempre con un acto de suicidio. Tal vez pensó Judas que por suicidarse finalmente obtendría alivio de su culpa. Lo contrario es cierto. Al matarse a sí mismo se ató a su culpa para siempre. De todas las personas, Judas debería haber sabido esto, pues había oído repetidamente la enseñanza de Jesús acerca del infierno como un lugar de tormento eterno, de fuego que nunca se apagará, de llanto y crujir de dientes que continuará día y noche por los siglos (Mateo 8.12; 13.42, 50; 22.13; 24.51; 25.30; Marcos 9.43–48; Lucas 13.28). En el infierno el dolor de la culpa y de la conciencia serán eternamente intensificados.

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