Entre todas las razas del mundo, nuestra sed, o mejor dicho, nuestra avidez, de tesoros, de oro, de especias y de dominio, ¡oh, si!, sobre todo del dulce dominio, ¡es la más aguda, la más insaciable,...
El alma humana es la verdadera cópula del mundo porque, por un lado, se dirige hacia lo divino y, por el otro, se introduce en el cuerpo y domina la naturaleza.