Había un no sé qué de vertiginoso que Emma sentía llegar hasta sí, como una emanación de aquellas vidas amontonadas, y su corazón se henchía profundamente al percibirlo. Era como si las ciento veinte...
A los ídolos es mejor no tocarlos porque algo de la pintura dorada que los recubría se nos queda siempre entre las manos
Es posible que le hubiera gustado hacerle esas confidencias a alguien. Pero ¿cómo referir un malestar indefinible que cambia de aspecto como las nubes y gira en torbellinos como el viento?
Esas comparaciones de prometido, esposo, amante celestial y de matrimonio eterno, que se repiten en los sermones, le despertaban en lo hondo del corazón ternezas inesperadas
El aburrimiento, araña silenciosa, tejía su tela en la sombra de todos los rincones de su corazón