Javier Sinay Quote

Luego me di cuenta de que no se trataba de la ciudad, sino del viaje: a veces uno se siente solo si viaja solo. Paul Theroux, uno de los grandes escritores en el camino, escribió El Tao esencial del viajero compuesto por diez premisas. La primera, obviamente, es: «Deja tu casa». Y ya en segundo lugar aparece: «Ve solo». Para lograrlo, hay que aprender a disfrutar del panorama que crean los propios pensamientos. Durante muchos años creí que ir solo no era lo mío. A veces uno no sabe que está listo hasta que las cosas se imponen, y viajando solo, alejado de mis queridos, de mis objetos y de mi casa, pero también de mi pasado y de mi futuro, me encuentro con algo que se parece demasiado, para bien y para mal, a la esencia de mí mismo. Así descubro que estoy preparado para un trayecto que pocos se animarían a andar y, luego, que el camino me está transformando en un nómade astuto. El despojo absoluto y la pausa extraordinaria del viaje conectan al viajero con todo su deseo: de eso se trata la belleza inmaterial del movimiento. El viaje suele ser una prueba dura, que a veces también contiene una dosis cierta de felicidad. Exige saber estar con uno mismo y convertirse en un ciudadano de un lugar impreciso pero ideal. Quizás por eso haya tantos mochileros que andan compulsivamente y que no quieren volver a casa. En

Javier Sinay

Luego me di cuenta de que no se trataba de la ciudad, sino del viaje: a veces uno se siente solo si viaja solo. Paul Theroux, uno de los grandes escritores en el camino, escribió El Tao esencial del viajero compuesto por diez premisas. La primera, obviamente, es: «Deja tu casa». Y ya en segundo lugar aparece: «Ve solo». Para lograrlo, hay que aprender a disfrutar del panorama que crean los propios pensamientos. Durante muchos años creí que ir solo no era lo mío. A veces uno no sabe que está listo hasta que las cosas se imponen, y viajando solo, alejado de mis queridos, de mis objetos y de mi casa, pero también de mi pasado y de mi futuro, me encuentro con algo que se parece demasiado, para bien y para mal, a la esencia de mí mismo. Así descubro que estoy preparado para un trayecto que pocos se animarían a andar y, luego, que el camino me está transformando en un nómade astuto. El despojo absoluto y la pausa extraordinaria del viaje conectan al viajero con todo su deseo: de eso se trata la belleza inmaterial del movimiento. El viaje suele ser una prueba dura, que a veces también contiene una dosis cierta de felicidad. Exige saber estar con uno mismo y convertirse en un ciudadano de un lugar impreciso pero ideal. Quizás por eso haya tantos mochileros que andan compulsivamente y que no quieren volver a casa. En

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